El esquema es sencillo y no tiene muchas variantes. Alguien hiere, humilla o mata a quienes más quieres – hijos, mujer, padres, amigos -; te expulsa de tu tierra, te encierra por un crimen que no has cometido. Y después de un tiempo, o de mucho tiempo, vuelves y lo buscas y le haces morder el polvo.
Se encuentra en los libros – de Homero a Dumas – y en las películas de acción y si el agresor, el causante de la desgracia, es suficientemente malo y la reacción al agravio está justificada, la obra no decepciona.
Esta atracción por una forma no muy compleja de justicia – la Ley del Talión -, que desdeña los cambios en el tiempo, quizás tenga su origen en la creencia de que el mal es algo externo, que viene de afuera. Y lo que está afuera no nos pertenece y se puede eliminar.
Y eso parece mejor que culpar a los genes o a los primeros errores que nos hicieron salir del paraíso.
Este breve relato trata también de la venganza.